Las siete vidas de un palé de obra

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El reciclaje de palés de obra se ha convertido en una constante en decoración desde hace ya un par de años, y con la llegada del verano cada vez son más lo que se han animado a construir ellos mismos su mobiliario de jardín. Los hemos visto también en interiores, como mesas o camas, formando escaleras, butacas o estanterías y, en algunos países más concienciados con el reciclaje, se utilizan para construir circuitos de bicicleta, de cross, y hasta casa ecológicas.

Hoy en día, el sector de los fabricantes de palés factura en Europa 6.500 millones de euros al año y emplea a 80.000 personas. Pero hasta hace apenas cinco años, los palés languidecían en contenedores de obra o acaban su vida útil en la incineradora. Un final fatal del que ahora «unos pocos elegidos» se libran para convertirse en decorados o incluso arte y comenzar así una nueva vida.

Esta «fiebre del palé» llegó hasta la escenografía de los mítines políticos en España tras su paso por los Estados Unidos. Una «estética del palé» que ahora se expande por jardines y tiendas «chic».

El penúltimo eslabón de esta cadena de reciclaje de materiales urbanos llegó a Madrid, a la galería Kreisler (Hermosilla, 8) en una exposición colectiva titulada «Upcoming artists», donde el hispano-peruano Luis Agulló expuso su obra… sobre palés.

Para el artista «estas obras tienen la singularidad de estar incompletas, necesitan del espectador para completarse plenamente en su cerebro». Efectivamente las figuras y líneas, al pintarse sobre el palé, tratado y preparado para ello, inevitablemente contienen huecos que el cerebro debe rellenar, lo cual confiere la originalidad y singularidad a la obra final que varía en función de dónde se ponga y quién la mire.

Según Agulló, «las posibilidades del palé son infinitas, en horizontal, vertical, con listones más o menos estrechos, con huecos más o menos finos, con 5 o siete tablones, o jugando con la pinza trasera, te das cuenta al trabajar con este concepto».

Este ex diseñador de coches, cuyo talento fue reconocido con el Ferrari Internacional 2005, se reconvirtió en artista hace tres años y desde entonces ha llevado sus obras sobre palé a Bélgica y Corea con gran éxito. Esta ha sido su tercera exposición en Madrid.

«La idea surgió por casualidad, trasladando un mueble en un palé con ruedas; decidí pintarlo con unas rayas negras, me gustó el resultado y lo colgué en mi estudio de diseño -cuenta Agulló- . Después, un cliente se interesó y así empezó todo». Con la utilización de diferentes técnicas sobre este soporte tan particular, el artista aporta un nuevo enfoque a temas cotidianos.

Un arte incompleto

Esta segunda muestra, en una de las galerías más antiguas de Madrid, es menos figurativa y más conceptual. Los palés estándar reciclados ya no están presentes, han evolucionado dando paso a casi una filosofía del palé y la vida en las sociedades civilizadas. «Mantengo el concepto del palé, sus materiales y sus formas, pero los adapto a las necesidades de mi obra», dice Agulló, aunque sigue tratándose de un arte fresco y divertido, a caballo entre el arte urbano, el pop art que comparte espacio con lo que se ha dado en llamar «sneaker art» o arte en zapatillas. Agulló nos despide señalando que «aunque quisiera no podría ya reciclar palés de obra porque ahora se ven muy pocos», y lo cierto es que un palé de obra en un contenedor dura menos hoy que un caramelo en la puerta de un colegio.

Publicado en ABC

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